La practica artística de Esther Ferrer se inscribe en las mutaciones esteticista y políticas que se producen en los años sesenta del siglo XX, desde la creación de objetos hasta la intervención en el espacio publico como lugar de contestación a la autoridad hegemónica y búsqueda de nuevas formas de comunicación. Y, mas explicitamente, en las corrientes del minimal y en los desplazamientos que los feminismos originan en ellas al otorgar posibilidades a lo serial, por medio de la repetición, de acercarse al absurdo y utilizar el cuerpo como vehículo critico; así como en el neodadaismo de la década anterior, en la que Fluxus utiliza las acciones como formas de desmaterialización de la obra de arte y John Cage alumbra nuevas actitudes en la creación al acentuar la importancia del proceso, el azar, los silencios, el vacio... Ideas, en cierta medida, deudoras de la apertura, y a la vez ruptura, del poema de Mallarmé UN COUP DE DÉS JAMAIS N´ABOLIRA LE HASARD (una tirada de dados jamas abolirá el azar).
El Palacio de Velázquez se presenta como dispositivo performativo y expositivo el que mostrar la idea común subyacente al corpus de obras creado a lo largo de la carrera de la artista: la fragilidad, el movimiento, lo aleatorio o la magia de la estructura.
Mi compañera Yaiza Losada Morell y yo formamos parte de una performance en la exposición de Esther Ferrer en el Palacio de Velázquez
El Palacio de Velázquez se presenta como dispositivo performativo y expositivo el que mostrar la idea común subyacente al corpus de obras creado a lo largo de la carrera de la artista: la fragilidad, el movimiento, lo aleatorio o la magia de la estructura.
Mi compañera Yaiza Losada Morell y yo formamos parte de una performance en la exposición de Esther Ferrer en el Palacio de Velázquez
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